jueves, 1 de septiembre de 2016
Por que cuando el corazón duele, la mente se inquieta y no para de dictar. Ese “por que” no va tildado, no encontré una razón válida para hacerlo pregunta, pero tampoco una explicación, sirve como ambos, se ve feo lo sé, pero a veces me lo pregunto, y a veces simplemente esa es mi respuesta.
El corazón duele diferente con los años, eso sí que lo he aprendido, y a diferencia de los tatuajes, ese sí duele menos con los años o por lo menos no tan punzante. Aprendemos a distinguir cuando el corazón duele, y lo podemos ver en nuestros seres queridos, en esos amigos que lloran sin lágrimas, pero su saludo simplemente no es igual, en ese familiar que busca reconectarse después de haberse alejado, y por supuesto en esa sonrisa cargada de arrepentimiento que a veces nos dan.
Todos vivimos con dolor, vivimos el dolor, aprendemos de él, lo vemos en los demás y nos preparamos para dolores futuros que sabemos, nos cogerán con los calzones abajo, pero aún así intentamos prepararnos para lo desconocido. ------------------------------------------------------------------------------------- no se aprecia sin aprender, no se aprende sin dolor, no se es feliz sin apreciar. Esa es la bella, irónica, cruda, y sutil rueda, que hasta el día de hoy, creo, es la rueda de la vida, la que duele, atropella, pero también nos impulsa, es todo cuestión de cómo la besemos. Besemos la vida. Besemos nuestras heridas, nuestras locuras, nuestra familia, nuestros amigos, besemos aunque nos devuelvan cachetadas. Besemos la soledad y el dolor, nada nos más riendas en la vida que él.
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